Barthes, filtros y lip filler: el mito de la belleza hoy.
Sobre el ideal de belleza femenino, la proliferación de las intervenciones estéticas, rostros que se nos venden como lo "natural" y el mito según Barthes.
Una nueva tendencia en el cuerpo de las mujeres populariza la operación de busto y el relleno en los labios; los filtros de TikTok se vuelven no solo imprescindibles en la exposición digital, sino que se camuflan con total naturalidad, alterando nuestra percepción de la realidad. Los rostros en Instagram se llenan de bótox y nos lo venden con la total impunidad de quien promociona un inofensivo labial o una cartera.
La línea entre lo natural y lo artificial se desdibuja peligrosamente. Las tecnologías no solo alteran nuestra percepción de cómo se ve un cuerpo humano sin haber pasado por intervenciones estéticas o retoques digitales, sino que masifican el acceso a las cirugías y al consumo corporal. La proliferación de intervenciones estéticas aumenta cada día y se instala en nuestras realidades como si se tratara de ir a la peluquería a teñirse el pelo, y no de modificaciones corporales que, en muchos casos, implican procedimientos quirúrgicos y riesgos potenciales.
Y podemos hablar de libre albedrío, podemos repartir el discurso que tanto nos gusta escuchar de: “con mi cuerpo hago lo que quiero”. Podemos creernos libres por decorar la jaula. Podemos repetirnos que lo hacemos por nosotras, porque nos gusta. No lo hago porque me hace sentir más sexy para ellos, porque me siento excluida si no lo hago, porque me hace sentir más validada, porque me da cierto estatus; porque lo veo en todos lados, porque no me lo cuestiono. Lo hago porque me gusta a mí, porque yo lo deseo. ¿No?
El mito.
Quiero centrarme en el mito, según Barthes, porque nos guiará a entender el fenómeo.
El mito, como Barthes explica en Mitologías (1975), es un sistema de comunicación que opera en la cultura occidental burguesa con el propósito de traficar intereses particulares como si fueran intereses comunes. El mito es una forma de significar: toma un signo ya existente (una imagen, una práctica, un tipo de consumo; todo puede convertirse en mito) y le añade un nuevo significado ideológico. Se trata de un sistema semiológico de segundo orden, parasitario, que se funda en motivaciones ideológicas.
El mito despolitiza y deshistoriza; hace pasar por natural y eterno lo que en verdad es político e histórico.
“El mito transforma la historia en naturaleza. Entonces se comprende por qué, a los ojos del consumidor de mitos, la intención, la argumentación ad hominem del concepto, puede permanecer manifiesta sin que parezca, sin embargo, interesada: la causa que hace proferir el habla mítica es perfectamente explícita, pero de inmediato queda convertida en naturaleza; no es leída como móvil, sino como razón.”
El ejemplo que Barthes propone es el de la portada de una revista con un soldado negro saludando a la bandera francesa. Para Barthes, no es solo una imagen denotada: sus elementos pretenden ocultar el colonialismo francés de la época y transformarlo en una realidad natural, de armonía racial y patriotismo. Y efectivamente, lo logra —y lo hace a los ojos de todos—, porque el mito no se esconde, se naturaliza; es tan obvio que pasa desapercibido. Un habla de clase se hace pasar por el todo.
“Este habla es un mensaje y, por lo tanto, no necesariamente debe ser oral; puede estar formada por escrituras y representaciones: el discurso escrito, así como la fotografía, el cine, el reportaje, el deporte, los espectáculos, la publicidad… todo puede servir de soporte para el habla mítica.”
La presión y la violencia hacia los cuerpos de las mujeres, que se perpetúan con la finalidad de hacernos encajar en un ideal bello y consumible, nos obliga a emplear tiempo y dinero. Es un mandato histórico y político, que fluctúa según el entorno y la época. Históricamente se nos ha hecho desear customizarnos y aspirar a una imagen exhaustivamente perfecta, porque este deseo ha sido un sistema de control patriarcal que opera conjuntamente con el capitalismo.
El mito del ideal de belleza femenino se naturaliza. El cuerpo femenino idealizado no es una representación neutra, sino que responde a normas impuestas. Estas imágenes, repetidas hasta el cansancio en redes sociales y medios de comunicación, se convierten en “naturales”, aunque se escondan arduos procesos para alcanzarlas. Se trafican de esta forma, los intereses particulares de una clase y se los hace pasar como universales y comunes. Ya no es algo exclusivo de las élites, ya no son solo las mujeres ricas y famosas quienes pueden intervenir en su imagen corporal, cada vez se encuentra más al alcance de nuestras manos.
Con las nuevas tecnologías y redes sociales, inyectarse los labios, ponerse bótox en los cachetes y la frente, operarse el busto, depilarse con láser, tener una piel impoluta, la quijada marcada, los pómulos sobresalientes y la nariz diminuta, es lo normal. Ya no distinguimos qué rostros usan filtros en TikTok y cuáles no. No toleramos ver nuestro propio reflejo despojado de artificios; parece demacrado en ausencia de los retoques de los filtros. Todas las famosas referentes femeninas del mundo del espectáculo tienen casi la misma cara modificada, y las niñas lo consumen y miran sus videoclips deseando ser ellas, sin siquiera saber lo que es el ácido hialurónico. Y cada vez se vuelve más accesible, y cada vez se promociona más.
La industria de la estética refuerza aún más el mito: promueve operaciones y tratamientos como caminos legítimos para alcanzar ese ideal. Se vende la ilusión de que “ser bella” es simplemente una cuestión de elección individual y esfuerzo, ocultando las presiones estructurales.
Un mito moderno.
En uno de los miles de videos que veo en TikTok al día, observo a una de las jóvenes influencers que aceptan canjes de lip filler, y muestran el procedimiento con su doctor de confianza. La chica sale de su hogar, me enseña su intimidad, su rutina que podría ser la mía. Se dirige al salón de estética con una sonrisa, me muestra el “antes”. Yo nunca había notado que sus labios eran pequeños, de hecho, son similares a los míos, más carnosos incluso. Creo que los míos están mal. La música acompaña la voz en off de la chica, el hombre le inyecta algo que no sé qué es, pero lo hace con suma delicadeza, solo sé que la deja preciosa. La diferencia del “después” no es exagerada, pero es notoria, principalmente por la rojez y la hinchazón, que ella dice que se irán con los días. La chica —la cual desconozco su nombre, pero la he visto reiteradas veces en mi pantalla— se ve reluciente ahora. En tan solo un minuto y medio, me demostró lo sencillo que puede ser modificar una parte de mi cuerpo, ese con el que libro batallas día a día.
Quiero hacerlo. Solo tengo que encontrar un especialista que lo sepa llevar a cabo. Pienso que este se ve confiable, solo espero que no me cobre tan caro, pero creo que puedo pagarlo. No es tan grave, yo soy un poco miedosa lo que pasa, pero es como ir a darse una vacuna. ¿No? Además, tengo muchas conocidas que también lo han hecho y les quedó perfecto. Solo me tengo que animar.
Es un pinchazo, nada más.
Este es un temazo. Creo que podría estar toda la vida hablando de los parámetros de estética femenina. Es el primer texto tuyo y me encantó. Espero el próximooo
Sí a literalmente todo el artículo 🙏🏻 ahora literalmente me quedé pensando cómo los mitos también habitan en narrativas de la terapia de conversión (sobre todo hoy en día con el contexto que tenemos)