Escribo. En la mesa, en la cama, en la noche, en el alba.
Escribo. A la vuelta, a la ida, en un auto, en el avión, en viaje, en casa.
Escribo. Entre clases y entre tiempos y entre llanto y entre espasmos y entre desvelos.
Escribo. Desde la melancolía, desde la ironía, desde la agonía, desde el pasado: desde el amor.
Escribo. Porque puedo, porque debo, porque anhelo, porque espero.
Espero. Que algo cambie. Que algo se arregle. Que algo sangre, al fin, que algo sangre.
Que algo muera.
Insisto. Porque deseo, porque sueño, porque no puedo, no hacerlo.
Escribo. Por todo eso, por esto mismo, escribo.
Escribo para recordarme a mi misma que tengo derecho a existir.